lunes, 9 de marzo de 2009

Somos

“No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre.
Volverás a las mismas calles.
Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma.
Otra no busques -no la hay-”
Constantino Cavafis




Construir, debatir, abrir, romper, enseñar, aprender, sembrar, cuestionar, reír, liberar, participar, ser, estar, activar, son algunos de los verbos que llaman a la acción en una sociedad, cada vez más ávida de espacios de participación en la búsqueda de paradigmas que reivindiquen el vivir en colectivo, es decir, en sociedad.


Danza la palabra en nuestras bocas, ávidas también de afectos colectivos, en esta urbe cada vez más lejos y más añorada. Pero no será suficiente la imagen auditiva, la metáfora o la ironía para reconstruir el sueño fracturado de Simón. Preciso es ejercer con sutil violencia oficios que no solo emulen la igualdad, sino labores trascendentales que demuestren lo cercanos que estamos de conquistar una utopía. Tan cercanos que nos cuesta a veces comprenderlo.


Desde nuestro espacio como colectivo asumimos con alto grado de compromiso revolucionario nuestra tarea como escritoras y escritores, pues tenemos en cuenta que esa condición, la de escritor o poeta, no nos excluye de la vida en colectivo, ni nos permite excluir al resto de la sociedad por no tener oficio como el nuestro. No somos simples acompañantes, entiéndase observadores, de este proceso que vive el país y toda nuestramérica. Somos parte, protagonistas y registradores, fragmento de un equipo que asume la participación y el protagonismo con la humildad de un obrero de esta patria por construir.


Somos en definitiva, la voz reventada, las manos callosas con fe, somos los pies hinchados, el ardor de la panza, la gotera en el techo de zinc, las botas de goma, piel y sudor de obrero. Somos presente, gerundio, participio. Somos ALBA, ocaso de la muerte, minúsculos puntos de dicha consumada. Somos también la casa, el barrio, la noche de aullidos de balas, la esperanza de amanecer vivos. Somos parte de un todo, ecos de viejas voces y sudores de antaño. La consecuencia de, la causa por, la razón para. Somos frutos destinados para siembra, siembra destina para frutos. La nostalgia, el dolor de cabeza, la piedra en el zapato. Somos la mentada de madre del excluido, la señal de costumbre del maltratado, el aplauso agradecido, lagrimas de amor y arrechera. El verbo que se revela, la palabra que en empuja. Eso somos.



Por todo lo antes planteado asumimos el compromiso de devolvernos a la esencia. Comprendemos que el estereotipo del poeta intelectualoide, delimita una barrera entre su petulancia intelectual y el saber popular, discriminando así de cuanto se aleje de su juicio. A voz alzada, con sinceridad, aunque a muchos les parezca irreverencia, sacamos la poesía de los espacios elitescos al lugar donde pertenece. A la calle, a los barrios, a las plazas pobladas de vendedoras de sexo. A las calles de tierra, a las calles de plomo. Retornamos la palabra a su origen. Sin pretender ser amos de algo; sin esperar ser centro de todo, sin abundar en egos heroicos.

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